Cuando parí a mi hijo por cesárea en el 2017, no tuve mucho ‘break’ de descansar físicamente. No sólo porque tenía que lactar a demanda, pero porque un mes y medio después el huracán María nos dejó sin energía eléctrica por meses. Mis días se regían por la salida y la puesta del sol para hacer lo esencial y prepararme para las largas noches de espantar mosquitos. Mi terapia fue escribir en este blog. Aliarme a otras madres que pasaban por la misma situación que yo.
Por eso creé una pequeña comunidad donde tengo la dicha de llamar amigas a algunas mujeres que maternamos de manera única, sin juicios sobre las demás, apoyándonos y con el propósito genuino de criar hombres y mujeres de valores en este mundo. En medio de las crisis sanamos juntas, lloramos, reímos, aprendemos las unas de las otras y disfrutamos la maternidad sinceramente; con sus altas y bajas.
Te cuento esto porque quiero motivarte a emprender esta encomienda de la maternidad con fe y esperanza. Que seas consciente de que hay otras mamás como tú, con los mismos miedos, inseguridades y anhelos. No estás sola y jamás lo estarás. Ser madre te transforma desde que te enteras que lo serás. Pero la transformación es constante; y necesitas unirte a una tribu que te sirva de sostén. Si no te buscan, búscalas. Materna un día a la vez y sigue soñando, trabajando y logrando sin culpas. Tal vez hoy llorarás, pero mañana vas a volver a reír.
Te abrazo solidariamente a la distancia.
~Edaliz