Han sido semanas intensas en mi hogar. Semana Santa no fue lo que yo esperaba. Nos cambiaron los planes cuando nos notificaron del centro de cuido de mi hijo, que habían posibles casos de covid. Y por ahí se desvaneció la agenda de parques, playa, iglesia y familia.
Gracias a Dios no nos fue mal como a tantas personas. Sin embargo, la incertidumbre de cuánto tiempo te sentirás mal y el tiempo que pasarás lejos de tu familia y apartado del mundo puede desesperar. Mi esposo y yo no somos nada tranquilos. Él es muy trabajador y yo me reincorporé a mi negocio hace poco. Afortunadamente, no me sentí tan mal como para dejar del todo mis compromisos. Pero ahora entiendo cómo se ha afectado la humanidad por causa de este virus. Algo que me llama la atención es que la gente le perdió el miedo. No muchos son sensibles ante las pérdidas que la enfermedad haya causado en las vidas.
Gloria a Dios por la salud de mi hijo que desde que nació es fuerte. Pero mis oraciones están con las familias cuyos pequeños han sufrido los efectos negativos del virus. Gracias a la gente que nos ofreció su ayuda y a los que oraron. A nuestras familias por su apoyo. Con mucha fe y entusiasmo estamos de pie y felices de que Dios nos ha guardado.
Les exhorto a cuidarse y a sus familias también. Hay que seguir viviendo. Pero tenemos una responsabilidad moral de detener esta pandemia con nuestra cooperación en todo lo que hemos aprendido que podemos hacer. Nadie está exento de este mal.
Por último, ¿Te gustaría saber qué hicimos para estar mejor y curarnos desde casa? No son tips médicos. Pero sí prácticas que nos permitieron sanar más rápido.
Un abrazo,
~Edaliz 🦋💞